Selección de poemas y recitados
CONOCIMIENTO
Cavar entre las piedras, los terrones,
las raíces que nunca arrancarás.
Es el precio que tiene lo profundo.
Cavar es religioso.
Es una forma de bondad.
Cavar de noche. Luego arrodillarse
y alzar los ojos hacia el firmamento
sin olvidar que todo ha de buscarse en tierra:
cómo alzar una casa, o escribir poesía.
Incluso desde dónde poder volver a amar
en este temporal de la memoria.
BRINDIS
Más juntos de lo que supone nadie,
alzamos las dos copas.
En los ojos del otro, cada uno
halla su propia luz.
En un instante, un hombre, una mujer,
pueden equivocarse.
Pero el instante nunca volverá.
IDENTIDAD
¿Qué hacer con las palabras al final?
Sólo puedo buscar, para saber qué soy,
en la infancia y ahora en la vejez:
ahí es donde la noche es fría y clara
como un principio lógico. El resto de mi vida
es una confusión por todo aquello
que nunca he comprendido:
las tediosas dudas sexuales
y los inútiles relámpagos
de inteligencia. Debo convivir
con la tristeza y la felicidad,
vecinas implacables.
Se acerca la última verdad, durísima y sencilla.
Como los trenes que en la infancia,
jugando en el andén, me pasaban rozando.
DÍAS DE 1948 EN EL TURÓ-PARK
Alto y construido con ladrillos rojos,
el bloque, por detrás, dónde daba mi casa,
tenía mucha luz: se abría a la maleza
de afueras y solares del suburbio.
Delante estaba el parque con el orden
del misterioso verde oscuro urbano.
De aquel lado de atrás me asustó siempre
un erial demasiado luminoso.
Como una alegoría del país devastado
en el que yo nací. Del lado de delante
me ha asustado acabar como un intruso
en un parque bellísimo sin haber sido nunca
un romántico inglés de clase alta.
Esplendor y adustez son mala simetría.
Me gusta, a veces, regresar al parque.
Ahí lo descubrí: para ser libre,
que aquellos que te quieren
no sepan dónde estás.
QUERRÁN QUE TE MUERAS
Oyes el mar tranquilo del crepúsculo,
que es mitad violoncelo y mitad órgano.
Oscurece. Como todos los viejos,
es tu propio final el que vigilas.
Mientras tanto, a lo largo de la playa,
el mar es una pieza de seda desplegándose.
Oyes las olas mientras van diciéndote
que querrán, los que te aman, que te mueras.
Y, si los amas, desearás morirte.
La lógica implacable del amor.
La lógica implacable de la muerte.
Alivio de saber que están tan juntos.
BODAS DE ORO
Mujer que enamoras el tiempo
con la pasión de tu cabello blanco,
tu fría pulcritud azul invierno.
Hoy el amor es esta inteligencia
de una mirada erótica y amable
que ya no necesita mentir más.
La vida es, con la edad, un patio que da al norte
y tú lo has convertido en un jardín.
Íntima Venus mía, sensualidad callada
de la fuerza que tienen los recuerdos.
Tan sólo el sexo es cálido.
Hay lágrimas que son las mejor protegidas.
Lobos y buitres las custodian.
VISITAS DE OBRA
Durante tantos años he comenzado el día
dentro del ordenado desorden de las obras.
Frente a mi casa han empezado una.
La contemplo a menudo,
recuerdo amanecer en medio del estrépito
al cortar una plancha de acero con el disco
y el fragor ultrajante del martillo mecánico.
Perforar y romper para construir:
es esta música contemporánea
de una justificada destrucción.
Después de la visita
buscaba un bar donde estar solo, a salvo
del ruido y a la vez dentro del ruido,
y con el ángel gris de una estructura
de edificio entrevista en los cristales.
Cielo de hormigón húmedo
de los suburbios, siempre endureciéndose.
Todo el hierro oxidado y laboral.
Una ternura que oigo todavía
cuando graniza el tiempo
en los cristales de mi intimidad.
La vida se termina como empiezan las obras:
perforar y romper para construir.
Una justificada destrucción.
UNA ESTRUCTURA
Cuando era un hombre joven
levanté la estructura de hierro de una cúpula.
Hace unos meses que la derribaron.
Vista desde el lugar en donde va acabándose,
la vida es absurda.
Pero el sentido se lo da el perdón.
Cada vez pienso más en el perdón.
Vivo bajo su sombra.
Perdón por una cúpula de hierro.
Y perdón para aquellos que ahora la han demolido.
LA SILLA DE RUEDAS DE JOSÉ EMILIO PACHECO
Camino al lado de la silla
que alguien empuja con torpeza. México.
Al salir del hotel, la rueda encalla.
Joana: ¿has visto cómo me he agachado,
y he abierto los reposapiés
poniéndole las piernas en su sitio?
Toda mi vida junto a ti ha vuelto
y no deseo alzar otra vez la cabeza
porque eres tú, ahora, a quien ayudo.
¿Me has visto maniobrar en el peldaño?
¿Has recordado cuando te empujaba
y tú, confiada, ibas en la silla de ruedas?
Comencé en presente este poema.
Él está con Joana.
Las dos sillas de ruedas, ya vacías,
se hacen compañía
mientras, a los dos lados del Atlántico,
un ventoso presente sin olvido
golpea cada vez menos retórico.
Aguascalientes, con Cristina y José Emilio, 9 de noviembre de 2013.
Sant Just, 16 de febrero de 2014.
JAZZ
Nosotros lo llevamos a su primer concierto.
Permaneció muy quieto entre los dos.
El saxofón y el piano quedaron bajo el foco.
Dentro de la penumbra noté en sus ojos tímidos
el centelleo de los instrumentos.
La razón más profunda de la música
será su abrigo contra el desamparo.
Le quedará el calor de aquella hermana muerta.
Y nuestra compañía. En todos los conciertos.